El gobierno debe comprar menos armas, menos bombas. Es hora de comprar más libros, más medicamentos, sillas de ruedas. Es hora de cambiar de políticas, de dejar de ignorar las necesidades de los guineanos. Esta catástrofe debe llamar a este cambio, sí o sí.
Tras las devastadoras explosiones de Bata en el cuartel de Nkoa-Ntoma, se ha podido ver la marginalización en la que viven muchos guineanos de forma cotidiana. Son vidas que transcurren de espaldas a las redes sociales o los focos de las cámaras de televisión.
Los voluntarios de GE Nuestra se encontraron con un señor que no podía caminar por sí solo. Cuando las bombas provocaron la huida de todos sus vecinos, él vivió una de las mayores pesadillas de todo ser humano: no poder huir del peligro. La onda expansiva se llevó su tejado. Ahí sigue hoy en una infravivienda peor de lo que estaba antes, todavía no ha llegado ninguna ayuda oficial. Tras días a la intemperie, la comunidad de vecinos consiguió cubrir de nuevo su infravivienda. Este señor no puede desplazarse al centro de la ciudad donde alguna fundación de renombre convoca a decenas víctimas, en plena pandemia de COVID, para poder hacerse la foto.
“La abuela me dejó muda”, dijo una de las voluntarias.
Fue la escena más chocante, se trataba de una anciana postrada en el suelo, en una casa a medio hacer. La anciana está claramente enferma. Parece que vive cerca del lugar donde le encontraron los voluntarios, pero le ponen ahí donde está ahora, sobre una estera y una almohada, para pasar el día y para que no pase calor. La anciana estaba emocionadísima por la ayuda de los voluntarios que incluía pañales para adultos, agradeció muchísimo la ayuda. Antes de la explosión la anciana ya estaba muy mal, la explosión solo le hunde aún más en la miseria.
El sábado 13 de marzo, un equipo de voluntarias consiguió entregar en mano la ayuda a los enfermos en un hospital. Este hospital, como la mayoría, no tiene un servicio de comida o catering para los pacientes. Las voluntarias fueron testigos de escenas tan embarazosas como tristes a la hora de entregar la ayuda, dado que el personal sanitario parecía una víctima más. Hay que recordar que el salario de una enfermera en Bata es el básico para sobrevivir y que el Ministerio de Sanidad y Bienestar Social reconoció, en un informe reciente, que no tiene la capacidad de conocer la situación real sanitaria del país porque su sistema de información sanitaria es “deficiente en todos los niveles”.
En GE Nuestra queremos recordar que la caridad no es suficiente para las víctimas ni para los guineanos en general. Es necesario que las cosas cambien, que las instituciones y los que las encabezan cambien. El cambio debe llegar para que la asistencia a una persona con discapacidad no dependa de los que, robando al tesoro público, han provocado la misma pobreza en la que están sumidas las víctimas y los guineanos. El cambio tiene que producirse para que la asistencia y bienestar de los enfermos en cualquier hospital sean de calidad, en vez de invertir en clínicas de fertilidad de lujo que no benefician a la mayoría. El cambio debe suponer la capacitación de calidad y remuneración justa del personal sanitario porque el Estado tiene el dinero para ello. En definitiva, el gobierno debe comprar menos armas, menos bombas. Es hora de comprar más libros, más medicamentos, sillas de ruedas. Es hora de cambiar de políticas, de dejar de ignorar las necesidades de los guineanos. Esta catástrofe debe llamar a este cambio, sí o sí. |